La compleja representación de la cultura latina en los videojuegos
Entender por qué no se ha explotado la diversidad cultural de Latinoamérica en los videojuegos a diferencia de las culturas de otras partes.
Guacamelee 2 review - a bold, bright 2D adventure with heaps of good humour | Eurogamer.net
La cultura desde la geopolítica
La gastronomía mexicana, la música colombiana, el fútbol argentino… Hay numerosos elementos de la cultura latinoamericana que podrían utilizarse para impulsar proyectos de videojuegos, tal como lo hace Ubisoft con Assassin’s Creed o Crystal Dynamics con la saga de Tomb Raider. Pero explicar por qué esto no ha ocurrido requiere una respuesta compleja y matizada, que intentaré desarrollar a continuación.
Primero, es importante distinguir entre tres niveles de representación: el uso superficial de referencias culturales, los estereotipos y, finalmente, las representaciones auténticas y contextualizadas.
Proyectos como Tomb Raider o Spelunky utilizan elementos culturales latinos como inspiración estética. Estas referencias suelen ser decorativas, sin profundizar en el contexto o significado real de aquello que representan.
Luego, están los juegos que se apoyan en estereotipos. En estos casos, la “latinidad” es construida desde una mirada externa, exótica y folclorizada, cercana a lo que en el pasado representaba Speedy Gonzales. Aunque estos productos no siempre resultan ofensivos —e incluso pueden ser celebrados—, proyectan una identidad superficial, turística y ajena a la vivencia real de quienes habitamos la región. Ejemplos de esto podrían ser Guacamelee! o Aztech: Forgotten Gods. Este fenómeno es conocido como tokenización, término ampliamente estudiado en los últimos 20 años dentro de los estudios culturales.
Por último, encontramos los casos más escasos y valiosos: juegos que representan con autenticidad la realidad, el contexto histórico o la cosmovisión de comunidades específicas. Ejemplos de esto son Mulaka o Kumiai, este último basado en una comunidad indígena de Baja California.
Kumiai (2018)
La escasez de estos ejemplos se debe, en gran parte, a la limitada y poco efectiva inversión en el desarrollo del poder cultural y geopolítico de nuestra región. A diferencia de industrias culturales que nos arrollan, como Hollywood, la animación japonesa o los dramas coreanos, Latinoamérica carece de políticas robustas para convertir su diversidad cultural en productos de exportación.
Para que el folclore y la identidad cultural puedan convertirse en bienes culturales globales, se necesitan condiciones económicas e institucionales que fortalezcan las industrias creativas y consoliden discursos. En Estados Unidos, por ejemplo, se brinda asesoría y financiamiento a juegos como Call of Duty, como parte de una estrategia para sostener un discurso geopolítico sobre el papel de sus intervenciones militares. En Japón, existe una estructura que fomenta el nacionalismo a través del folclore y apoya el desarrollo creativo desde el ámbito escolar.
En contraste, en Latinoamérica enfrentamos desafíos estructurales: bajos índices de lectura, escasa difusión cultural, y un profundo nepotismo que concentra la gestión cultural en círculos cerrados. Así, las decisiones sobre qué expresiones artísticas fomentar quedan en manos de pequeños feudos intelectuales cuyas prioridades son locales y muchas veces incapaces de articularse en una visión de industria que apueste por sectores como el cine o los videojuegos.
Aun así, hemos logrado sortear varios de estos obstáculos. La cultura mexicana, por ejemplo, ha conseguido posicionarse globalmente como un referente. Sin embargo, el verdadero reto radica en que nuestra riqueza cultural implica, por naturaleza, una gran diversidad. Y es precisamente esa diversidad la que todavía no hemos aprendido a traducir en proyectos que dialoguen con el mundo desde nuestra propia voz.
La multiculturalidad latina
Cuando pensamos en la cultura de un país, usualmente nos enfocamos en sus expresiones hegemónicas. Al pensar en Japón, por ejemplo, imaginamos la cultura asociada a Kioto, pero rara vez consideramos las islas del norte o la identidad de Okinawa. Al pensar en Rusia, evocamos la historia de los zares, pero olvidamos las incursiones mongolas, la vida en la estepa siberiana o las influencias escandinavas en el sur del país.
Este fenómeno, trasladado a nuestro contexto, representa un gran obstáculo. Nuestros países no solo son extensos, sino profundamente diversos en su origen. En Latinoamérica confluyen influencias africanas, del Medio Oriente, europeas y autóctonas. Entonces, ante esta diversidad: ¿Cuáles son los elementos “latinos” y cuáles decidimos dejar fuera? Para profundizar en esta pregunta, analicemos el caso particular de México.
Hoy en día, México puede describirse como un país contemporáneo, iconódulo, materialista y caudillista, pero paradójicamente poco religioso. En cambio, si pensamos en una identidad mexicana previa a la Revolución Mexicana, encontraríamos una sociedad igualmente caudillista, pero profundamente religiosa, rural y con una fuerte devoción por las imágenes sagradas. Durante la época colonial, predominaba una identidad criolla, que comparte rasgos con la del siglo XIX.
Otro ejemplo de tokenización de la cultura mexicana, visto en Super Mario Odyssey (2017).
Paralelamente, existen comunidades indígenas vivas y activas: los nahuas en el centro del país, los huastecos al noreste, los yaquis al noroeste, los tarahumaras en el norte, los mixtecos en el sur y los mayas en la península de Yucatán. Estas comunidades han perdurado desde tiempos precolombinos hasta la actualidad. Aunque hoy en día muchas comparten un sincretismo católico, sus creencias originarias son profundamente distintas entre sí.
Entonces, ¿qué comunidad indígena es “más mexicana”? ¿Los nahuas, por tener más hablantes? ¿O los yaquis, por conservar y defender su territorio? ¿Qué es más representativo: la tradición maya que protege sus selvas o los tarahumaras que mantienen sus creencias religiosas y estilo de vida? ¿Qué tan mexicana es la influencia española que nos dejó el Día de Muertos, frente a la influencia francesa en el Golfo de México, donde se fundaron varios pueblos?
¿Y qué migración nos impactó culturalmente con mayor fuerza? ¿Los italianos, que nos trajeron los quesos usados en la gastronomía típica? ¿Los libaneses, que sentaron las bases de nuestra economía moderna al fundar numerosas industrias? ¿O tal vez la migración española del siglo XX, que revitalizó nuestra vida cultural?
Estas preguntas nos llevan a un punto clave: tanto a nivel de política pública como de desarrollo de productos culturales, se requiere seleccionar y reconstruir una identidad nacional. Este proceso inevitablemente privilegiará ciertos rasgos y dejará otros fuera. Y si se quisiera reflejar con fidelidad la complejidad de nuestra diversidad, los productos culturales tendrían que ser mucho más sofisticados y requerirían mayores recursos.
En lo personal, creo que una alternativa viable es reflejar nuestras propias experiencias cotidianas. Hoy, la mayor parte de la población mexicana vive en grandes centros urbanos. Entonces, ¿por qué no existen videojuegos que representen esa realidad? ¿Por qué no tenemos un juego al estilo GTA, que explore la vida urbana desde nuestra perspectiva?
La cultura urbana
La mejor alternativa que veo para impulsar la cultura latina en los videojuegos es apostar por lo urbano. Esta elección se justifica por una razón fundamental: alrededor del 80% de la población en la región vive en zonas urbanas. Además, entre el 60% y 70% de las personas tienen acceso a internet y lo utilizan activamente. Esto nos da la oportunidad de generar historias actuales, frescas y que se nutran de la cultura digital contemporánea.
Sin embargo, trabajar desde esta perspectiva también implica un compromiso ético: debemos representar con sumo cuidado los fenómenos complejos y oscuros que atraviesan nuestra cotidianidad. Si bien podemos utilizar herramientas retóricas para abordar problemáticas sociales, es esencial evitar caer nuevamente en la tokenización de nuestra realidad.
Despelote, videojuego Ecuatoriano de 2025 que trabaja desde lo urbano.
Cualquier visitante a México verá que, aunque el narcotráfico es un problema enorme, no es el único rostro del país. Aunque la pobreza es real, Perú es un país que busca activamente su prosperidad económica. A pesar de los desafíos vinculados a la xenofobia y el colorismo en Chile, su sociedad trabaja por una cultura de derechos humanos y de integración social.
Esto nos exige una profunda investigación y un análisis cuidadoso de los elementos narrativos, simbólicos y retóricos que usamos para representar nuestra realidad. Debemos alejarnos de la visión simplista o sensacionalista, y en cambio apostar por retratos complejos y significativos.
El uso de símbolos y metáforas es clave para transmitir ideas y emociones sin recurrir al estereotipo. Un gran ejemplo de esto se encuentra en el trabajo del cineasta mexicano Guillermo del Toro. En Hellboy II: The Golden Army, hay una escena que transcurre en un mercado troll oculto bajo un puente en Manhattan. Esta escena mezcla la tradición occidental de los monstruos que habitan debajo de los puentes con una lectura más contemporánea y oscura: bajo el puente se esconde la pobreza y, en este caso, un mundo fantástico.
Dentro del mercado, la estética se inspira claramente en los mercados populares mexicanos: pasillos repletos de productos, vendedores ambulantes que gritan para llamar tu atención, y pequeños grupos que representan mafias locales. Todo esto genera un entorno lleno de color y caos que, sin recurrir a la tokenización, logra trasladar una emoción, una idea y, sobre todo, un vistazo al folclore mexicano y a la violencia latente en nuestros paisajes cotidianos.
Por todo esto, es importante subrayar el papel del diseñador de videojuegos como una figura clave en este proceso. No es simplemente un “idea guy”, sino un profesional que trabaja de manera transdisciplinaria: investiga, traduce temas complejos en mecánicas y dota de contexto y significado a las obras.
Si tu interés es diseñar juegos, es fundamental que desarrolles una sólida cultura general, así como una mirada crítica y reflexiva sobre la información. Al final, es el manejo discursivo lo que conecta emocional e intelectualmente con las personas, y es lo que verdaderamente otorga valor a una obra.
Fuentes
Gaceta UABC, Diseñan videojuego sobre cultura Kumiai. 21 de junio 2018. https://gaceta.uabc.mx/disenan-videojuego-sobre-cultura-kumiai
CEPAL Plataforma Urbana y de Ciudad de América Latina y el Caribe, Estadísticas Urbanas Regionales, 2018, https://plataformaurbana.cepal.org/es/estadisticas-urbanas-regionales
Statista Research Department, El uso de internet en América Latina – Datos estadísticos 10 de septiembre. 2024 https://es.statista.com/temas/9257/el-uso-de-internet-en-america-latina/#topFacts