'Los Simpson': la broma infinita

Los Simpson. Imagen: Fox.

Los Simpson. Imagen: Fox.

A estas alturas, si alguien no ha visto nunca un capítulo de Los Simpson lo más probable es que acabe de llegar de otro planeta. Le damos la bienvenida y le advertimos que, igual que a todos nosotros, Matt Groening y su equipo también le han inventado a él. Sí, señores, los (ponga una cifra interminable aquí) episodios de Los Simpson, desde el primero en 1989 hasta el último la semana pasada, nos han inventado.

Y nos han inventado porque en un mundo dominado más que nunca por la cultura popular y de masas, Los Simpson representan el mejor y más amplio collage de ese cóctel mezclado y agitado que es la cultura pop de los últimos veinticinco años.

Por el pueblo de esta familia amarilla y, por tanto, por las pantallas de todas las familias a las que representa, han desfilado en estos años casi todos los protagonistas de esa cultura popular que es tan americana como el Tío Sam y tan universal como la Coca-Cola. Cuando en 1991 sus creado res dibujaron a Ringo Starr con la mano izquierda, porque con la derecha estaban pellizcándose para confirmar que sí, que iban a conocer a un Beatle, no podían ni soñar que veinte años más tarde todas las celebrities del planeta se darían de bofetadas por un cameo en la serie. Llegando incluso, como Julian Assange, a grabar sus diálogos desde su celda privada en forma de embajada ecuatoriana. Los Simpson está plagada de referencias, guiños, parodias y autoparodias y, hasta la fecha, un total de (ponga otra cifra interminable aquí) famosos han participado como estrellas invitadas. Pero ¿por qué querrían Tony Blair, Natalie Portman o Mark Zuckerberg dar voz a esas versiones amarillas y más bien feúchas de sí mismos?

Pues porque quieren formar parte de lo que representan Los Simpson: el mosaico más monumental de toda la amalgama cultural contemporánea, radiografiada con un sarcasmo que es en realidad la seña de identidad de esa misma cultura, ya incapaz de tomarse en serio. Millones de personas en todo el mundo han crecido con Los Simpson, y muchos han obtenido de ella gran parte de sus referentes culturales. Como si no les hiciera falta ver El resplandor porque ya vieron el quinto especial de Halloween. Y ya no digamos Ciudadano Kane; el significado de «Rosebud» ya se lo enseñó el señor Burns en el capítulo homónimo.

Lo mismo ocurre con las celebrities. Ya no necesitamos leer sus libros para saber que Pynchon odia las cámaras, ni tenemos que poner la MTV para ver a Lady Gaga vestida con bistecs, porque ambas cosas podemos verlas en Los Simpson. Refe rencias que además de informativas y divertidas, a veces pueden ser muy emotivas, como cuando los creadores de la serie usan sus lápices afilados para defender la libertad de expresión, ya sea por South Park o por Charlie Hebdo.

Pero no me malinterpreten. Que Los Simpson usen la cultura actual como materia prima para cuestionarla y jugar con ella no significa que la serie no sea original. Al contrario, porque la creati vidad contemporánea se basa en gran medida en esta idea de usurpar lo ya creado, hacerlo propio y darle una forma nueva que permita verlo con otra luz. En el caso de Los Simpson, esa forma nueva pasa siempre por la sabiduría satírica de sus creadores.

Algunas de las cimas de esta creatividad simpsoniana que fagocita genialmente la cultura actual se encuentran en los famosos gags del sofá, esos fragmentos metatelevisivos que en su calidad de espejo nos confirman antes de cada capítulo que sí, que Los Simpson somos todos.

Los hay filosófi cos (el de la potencia de diez es, en yanqui, mind-blowing), conmemorativos, absurdos, paródicos y autoparódicos, como los que atacan frontalmente al propio Groening o a la Fox. Incluso hay dos gags del sofá creados por artistas famosos. El primero lo dirigió Guillermo del Toro y lo llenó de referencias cinéfilas, incluyendo varios guiños a sus propias películas. Banksy, por su parte, creó un couch gag explosivo que, por mucho tono irónico que tuviera, criticaba brutalmente a la serie y a su productora. Ambos entendieron perfectamente lo que son Los Simpson: una serie-recipiente de cul tura pop que no se toma demasiado en serio y que sabe reírse, primero y ante todo, de sí misma.